SINOPSIS:
La vida de la joven Magda transcurre entre libros y música en los días previos al estallido de la
Segunda Guerra Mundial. Su breve pero intensa relación con Karl se verá truncada con su desaparición. Desesperada, se infiltrará como espía en la casa de un atractivo capitán nazi, con el objetivo de pasar información a la resistencia y conseguir pistas sobre el paradero de su amado. Cuarenta años después, la última carta que Karl escribió a su amada, aparecerá en manos de Beatriz, que se embarcará en una búsqueda en la que sus descubrimientos marcarán su vida y la de su prometido para siempre. Aventuras, amor, intriga y antiguas venganzas, conjugarán parte de los ingredientes de esta historia en la que se aprenderá que los secretos del pasado marcan los designios del futuro.
MI OPINIÓN:
Siempre que comienzo a leer una nueva novela ambientada en la Alemania Nazi de la II Guerra Mundial, mis dudas ante lo que pueda descubrir surgen de nuevo. Inicio su lectura con todas las reservas, temeroso de tropezarme con lo de siempre y de encontrarme ante una historia repetida y usada. Lo reconozco, pensé que con esta novela de Marián Rivas no sería diferente, que me encontraría lo que ya había leído en multitud de relatos y que, a lo peor, tenía que abandonar su lectura para emplear ese tiempo –que tanto escasea en mi vida- en otras obras que me aportaran cosas nuevas.
Sin embargo, no fue así. De hecho, esta humilde reseña que escribo brota del maravilloso sedimento que ha dejado su lectura en mi espíritu.
Nada más comenzar, me encuentro con el despertar cotidiano de una pareja en los albores de los años ochenta del siglo pasado; sí, de nuestros añorados y maravillosos años ochenta, y me pregunto con asombro: “¿Qué hacen estos dos aquí, en una novela que se supone que nos guiará por aquella y oscura etapa nazi? Y eso es lo que me atrapa y no deja ya que pare de leer.
La joven componente de esa pareja será el motor de toda la novela, de toda la trama, tras hallar una carta dirigida a Magda, su madre, en un viejo mueble que está a punto de restaurar en su tienda de antigüedades. Una carta redactada cuarenta años atrás y firmada por Karl, su querido y añorado esposo, desde el frente, en su trabajo como reportero gráfico y al que no ve desde hace ya muchos meses.
La historia de Magda, en aquella Alemania trágica y vergonzosa, en donde asumirá un papel de espía que no le correspondía, pero que aceptó en un intento desesperado de acallar la ansiedad por conocer el paradero y los designios de su amado.
Esta historia de Magda se entrelaza con la de su hija, Beatriz, cuarenta años después, en una España que comienza a despegar y a sacudirse el yugo de la ausencia de democracia. Es Beatriz la que ha abierto la puerta, porque quiere regalar a su madre el final de una historia que se vio truncada y porque ella misma quiere y necesita averiguar su propia identidad…
Aunque la historia de Magda es el tema principal, con sus vicisitudes y riesgos, que los tuvo, y muchos; la historia de Beatriz es mucho más compleja por las circunstancias y las personas que la rodean. Vive envuelta en un círculo de amor, odio, traición y envidia que hace que sintamos auténtica lástima por su persona, identificándonos con ella en muchos casos. En ambas historias, la intriga y el suspense se ciernen por doquier, bien sustentados por la autora, que los condimenta de una manera magistral, como solo los buenos narradores saben hacer.
Los personajes que Marián crea en esta novela están muy bien desarrollados, no ha dejado nada al azar, están confeccionados de manera meticulosa, y eso se aprecia según vas desgranando páginas, conforme vas introduciéndote en sus vidas, en su historia, en sus existencias… Son personajes tan reales, tan imperfectos, que el lector se verá reflejado en muchas de sus virtudes y en muchos de sus defectos…
Tampoco están creados por casualidad los escenarios por los que se mueven, que nos los muestra tan reales que pareces conocerlos. Marián utiliza unas descripciones sutiles y sin artificios, y eso es lo que hace que sean tan visibles para los ojos de la mente del lector.
Lágrimas de amor y guerra cuenta con diálogos, no excesivos, pero suficientes para dar esa fluidez y ese ritmo con los que cuenta la narración, que tanto bien le hacen, y que es imprescindible para un relato de este tipo, donde se entrecruzan dos historias distantes en el tiempo, haciendo que el lector se sienta un auténtico atleta devorando páginas sin parar, con su pensamiento dividido en esas dos historias y sin que pierda el hilo en ninguna de ellas.
Una novela que me ha sorprendido gratamente. Una autora que me ha encandilado y me ha convertido en un acólito de su manera de escribir, más aún conociéndome como me conozco, ferviente seguidor que soy de las narraciones históricas.
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