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Entrevista a Manuel Nonídez, con motivo de la publicación de su última novela "Muertos y olvidados"




Manuel Nonídez García (Madrid, 1954)

Soy contable diplomado por la hoy desaparecida Escuela Sindical de Banca y Bolsa, aunque después, profesionalmente, nunca realizara un asiento contable. Mi actividad laboral se ha desarrollado como técnico en organización de empresas y su consecuencia: implantación de sistemas informáticos (programas de gestión interna; control de producción, y demás).Me apasionan, es evidente, los libros (no sé si más leerlos o escribirlos); la investigación, con la que documento mis novelas; el teatro; el cine; la música; los museos; el senderismo en el campo por lo que me abre, y el de ciudad por lo que me descubre. Regado todo con una buena conversación entre amigos.

Me gustaría ser consciente de que paso por el mundo haciendo el menor daño posible.

 

Libros

·       Érase una vez... (1993)

·       Bartolo de Hormigos y sus amigos (1996). Novela infantil, Edelvives

·       El lado oscuro de la luna (2000). Edelvives

·                El mercurio, el azufre y la sal (2001). Everest

·       Tres palmos de cuerda blanca (2004). Pearson Alhambra

·       El perfume del diablo (Serie Albert Thomas) (2006). Pearson Alhambra

·       En el nombre de los hombres (Serie Albert Thomas) (2007). Pearson Alhambra

·       Everybody goes to Rick's (Colectivo Semana negra) (2007).

·       Mortuus Liber (Serie Albert Thomas) (2008). Pearson Alhambra

·       El aliento negro de dios (2008). Drakul

·       Frío de muerte (2010). Rey lear

·       El cementerio de las estrellas (2010). Everest

·       La cripta de los templarios (2024). Drakul

 


Premios

·       1993 Premio Silverio Lanza de Relato Breve, por Érase una vez...

·       1994 Finalista Premio Ala Delta de Editorial Edelvives, por Bartolo de Hormigos y sus amigos.

·       1996 Premio La flauta mágica de Teatro breve de humor, por Palomas viejas.

·       2000 Premio Leer es vivir de Editorial Everest y el Exmo. Ayto. de León, por El mercurio, el azufre y la sal.

·       2003 2º Premio Fráter de Relato solidario, por Fruta de cera.

·       2005 Finalista del premio Leer es vivir, de Editorial Everest, por El perfume del diablo (Pearson, 2006).

·       2006 Premios Fráter de Relato solidario por Mano de santo y de poesía, por Rapsoda.

·       2007 Premio Drakul de novela, por El aliento negro de Dios.

·       2010 Premio Francisco García Pavón de Novela Negra, por Frío de muerte.

·       2011 Premio Fráter Madrid de narrativa, por Mire, señoría...




-Manuel. Acabas de publicar tu última novela, Muertos y olvidados, la cual me ha encantado, como todas las tuyas que he leído. Pero… ¿de dónde surgió la idea para este libro?

 

Ante todo, gracias por vuestra acogida y el tiempo que me dedicáis. Hablar con amigos siempre es algo que disfruto y agradezco.

En realidad, Muertos y olvidados no fue una novela que tuviera prevista, sino una historia que creció. Me explico: preparé un libro de relatos cortos de temática negro-social (por ponerle alguna etiqueta). Presenté el trabajo en varias editoriales y, aunque, decían, les gustaban los cuentos, no los publicarían porque las antologías se venden muy mal y, como es fácil considerar, una editorial es un negocio y nadie pone un negocio para perder dinero.

No es extraño, y recibir negativas por parte de las editoriales es algo contra lo que el escritor debe estar mentalmente vacunado para no abandonar nunca el bolígrafo.

Otro de los cuentos de la antología, Don Serafín, quedó finalista en el Festival de Novela negra Tenerife Noir y está pendiente de publicación aquí y en Italia, pero Muertos y olvidados no lo quise enviar a ningún certamen porque la historia empezó a desarrollarse por sí misma, que es lo mejor que nos puede pasar a cuantos escribimos, y a tomar aire (vida, en realidad), dentro de la cabeza. Sentir que uno escribe lo que quiere, que lo cuenta de la manera que cree conveniente, que te sorprende y, a la vez, te resulta auténtica y lo haces sin tener en mente a nadie, y mucho menos al lector, es lo mejor que te puede pasar cuando escribes. No tenía intención de dejar pasar una historia en la que podía abrirme con total libertad y que disfrutaba tanto dejando sobre el papel.

 



-¿Alguna vez has tenido el horrible problema del “bloqueo del escritor”? ¿Cómo te enfrentas a la página en blanco?

 

¿Bloqueo?, todos los días, pero no es un problema terrible, sino la consecuencia de tu propia responsabilidad. Sé irresponsable y lo solucionarás.

Tienes que tener en cuenta que escribir forma parte de un proceso en el que los obstáculos aparecen en cada página, o al final de un capítulo, o entre dos frases y la acción que las acompañará. En definitiva: siempre están ahí pero, aunque parezca extraño, el bloqueo es nuestro mejor amigo porque hace que te detengas a pensar, que te obliga a encontrar un camino que no tenías previsto…, a buscar alternativas. En definitiva: porque te ayuda a crear.

¿Una técnica para vencerlo? La más sencilla: no le hagas caso, sigue escribiendo aunque no te convenza lo que pones en el papel. Escribe lo primero que te venga a la cabeza, una, dos, tres salidas distintas y malas per se, pero no dejes de escribir.

Mañana, pasado, u otro día, retomarás lo escrito y encontrarás absurdo lo que leas, pero, te mostrará la vía a continuar, que tal vez no sea ninguna de las que has previsto, pero que se dejará adivinar entre líneas. Luego, permite que el texto duerma un tiempo (poco), y se habrá roto el bloqueo.

La página en blanco es mucho más fácil: di lo que quieras, empieza la novela, el relato o el capítulo por donde prefieras. Ten en cuenta que una historia nunca es lineal. Los capítulos se pueden recolocar y los caminos narrativos que se entrecruzan también pueden modificarse más tarde.

Debemos de tener en cuenta que la creación, salvo en casos excepcionales, nunca es tan sencilla como sentarse y levantarse un tiempo después con la novela en la mano. Los borradores se reescriben varias veces hasta que parecen que han salido del tirón. Cuando lo sientas así, es porque tienes la novela. Tu novela.



-Dices en tus entrevistas que tienes mil ideas en la cabeza para escribir tus novelas. ¿Qué proceso sigues a la hora de plantearte qué idea de tantas escoger?

 

Tengo una pequeña libreta de proyectos. Son cosas que se te ocurren en cualquier momento, o que te cruzan ante la mirada cuando menos te lo esperas. Otras veces, no, y son ideas que tienes ganas de hacer. Por lo general, ocurre con proyectos largos que van a requerir mucho tiempo y dedicación. En cualquier caso, nunca decido yo, son las historias las que encuentran sus propios caminos hasta convencerte de que las escribas. De hecho, es raro que trabaje con un solo texto a la vez. Descansar de una historia en otra, te hace ver con más claridad el camino a seguir en la que tienes parada.

Tampoco es raro que comience una novela y la abandone a medio camino o al terminarla, porque me haya dejado de interesar, porque me desencante, o ya no me motive. No es algo que me preocupe porque creo que no es tiempo perdido, sino ganado para otro relato que merezca más la pena.

 

 

-En tu labor literaria, ¿cómo estructuras una novela? ¿Cómo la planteas?

 

Tengo amigos escritores que resumen uno a uno todos los capítulos de su obra y, cuando los tienen claros, los desarrollan. Otra amiga, escritora muy reconocida de literatura fantástica, escribe los capítulos salteados, como si fueran escenas de una película, y luego los entreteje con otros nuevos hasta acabar el relato…

Todo vale, cada uno tiene su método, aunque a mí me guste hacerlo de otra forma: primero tengo que saber el título y el final de la historia. Después escribo una breve sinopsis por capítulos, pero nunca he logrado pasar del quinto. Si sé lo que va a ocurrir en la novela, si conozco ya la historia completa, para qué voy a escribirla si no va a sorprenderme.

Luego, al terminar, la obra se titulará de otra forma y el final será distinto, pero ya tendré un primer borrador de trescientas o cuatrocientas páginas sobre la mesa, y lo mejor de todo, lo habré pasado bien escribiéndolo.



-Desde tu primer libro, Bartolo de Hormigos y sus amigos, publicado allá por el año 1996, ¿en qué has notado más tu cambio de estilo como escritor?

 

En realidad, el Bartolo, como lo llamamos en casa, fue el primer y único título que conforma mi andadura en el relato infantil. Hacia el 96 ya había aparecido algún que otro relato corto en publicaciones de inicio y, animado, decidí escribir una historia larga para niños que me rondaba en la cabeza. La terminé y envié a un concurso de los considerados importantes dentro de la literatura infantil. Y ahí acabó mi relación con el escrito.

Dos años más tarde, me llamaron de la editorial para decirme que, entre los relatos que guardaban en cartera porque habían merecido la atención del jurado en su momento, se encontraba Bartolo de Hormigos y sus amigos y querían saber si seguía interesado en publicarlo. Les dije que sí, y llegó el primer desencanto.

La editora se puso de nuevo en contacto conmigo para remitirme el informe de la correctora. Venía a decir que, el manuscrito contenía tantos errores de sintaxis que, antes que corregirlo, sería mejor rehacerlo entero. Me ofrecieron que un autor ya conocido lo reescribiera con la advertencia “Basado en una idea de Manuel Nonídez”. Me negué y les pedí tiempo. Me concedieron dos meses en los que dediqué cada minuto que me dejaba el trabajo con que traía el sueldo a casa, a leer y analizar libros infantiles para niñas y niños a partir de ocho años. No sé qué cantidad pude revisar, pero sí que fueron muchos.

Al término del plazo, envié el nuevo Bartolo y la correctora me llamó por teléfono para preguntar qué había sucedido porque el texto recibido prácticamente no contenía errores y el tono del discurso había mejorado tanto que parecía escrito por otra persona.

Para mí fue una etapa de humildad y crecimiento. Había encontrado una roca en el camino y, en vez de dar un rodeo, preferí escalarla.

No he vuelto a escribir literatura infantil, pero a Bartolo le quedé muy agradecido. 



-Vamos a hacer un poco de memoria, Manuel… Tienes varias novelas de género negro: El mercurio, el azufre y la sal; Tres palmos de cuerda blanca; los tres libros de la serie «Albert Thomas»: El perfume del diablo, En el nombre de los hombres y Mortuus Liber; Frío de muerte y tu última novela Muertos y olvidados… Además tienes alguna de terror, si no me equivoco, y también histórica como El aliento negro de dios… ¿En qué género te sientes más cómodo?

 

Me siento bien en todos porque no es cuestión de género, sino de que me guste la historia que estoy contando. Eso sí, cualquiera de las novelas que escribo, sea cual fuere su género, cuentan con una documentación exhaustiva tanto si es para el lector juvenil como para el adulto.

En una Semana Negra de Gijón le pregunté a uno de los autores que hablaba sobre su última obra ambientada en una entidad de sanidad mental, cómo se había documentado para escribirla. De forma sorpresiva, me respondió que él no se documentaba, que la parte que no conocía del funcionamiento de este tipo de establecimientos lo dejaba a la imaginación del lector. Creo que ese comportamiento muestra una falta, sino de respeto, al menos de consideración, hacia quien se gasta el dinero en tu novela y dedica una parte importante de su tiempo a leerla. Pero, aunque no la comparta, no puedo dejar de mostrar respeto por la forma de trabajo de cada uno. 



-El año pasado reeditaste tu novela histórica La cripta de los Templarios… Además, tienes otra de este género, El aliento negro de Dios… ¿Cómo realizas la documentación, tan importante para este tipo de narraciones?

 

En el caso de La cripta de los templarios no me resultó complicado dar con la documentación correcta ya que, desde muy joven, mantengo en mi biblioteca un apartado especial para estos monjes guerreros, con algunos libros que hoy son inencontrables como el que recoge las actas de los juicios celebrados en Francia.

Más complicado lo tuve con El aliento negro de dios que narra de forma pormenorizada y por boca de sus participantes, sin tapujos ni falsas posturas, la conquista de México. Para ello, tuve que leerme todo los libros de cronistas de la época que cayeron en mis manos o pude localizar en bibliotecas, y luego hacer una selección de textos para comprobar, por comparación, en qué concordaban de manera que diera visos de realidad a mi mirada, pero teniendo en cuenta que unos autores copiaban a otros y que alguno de los títulos más importantes, como Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, se escribió al dictado, cuando el conquistador era un hombre con ochenta años, casi ciego, y rememoraba hechos que había vivido en primera persona, pero también otros que le habían relatado o que interpretaba con la carencia del tiempo transcurrido y las lagunas de memoria. Tampoco hay que confiar demasiado en Francisco López de Gómara, quien escribió una crónica a mayor gloria del conquistador y cobró por hacerla.

Fue una labor de criba, selección y estudio importante, que no me importó realizar puesto que la novela debía quedar debidamente documentada para resultar veraz y creíble para el lector.  



-Para tus novelas de género negro, ¿cómo te documentas?

 

Me documenta la vida. Los temas vienen solos, basta con leer el periódico, o permanecer atento a las noticias. Por lo general, las historias que relatan son siempre más horribles que las que puedas imaginar.

Para los detalles concretos, acudo a mis amigos policías en busca de información sobre tipo de armas, seguimientos, actuaciones policiales…, y también sobre el papeleo en general de su trabajo. También recurro a algún amigo juez, cuando el asunto pasa a mayores o, incluso, a asistentes sociales cuando se relaciona con situaciones familiares complejas. Tampoco dudo en preguntar a cualquier profesional que considere que me puede facilitar la información que preciso, y es muy normal y de agradecer, que suelan colaborar cordialmente.

 

 

 

-Tus personajes me fascinan. Siempre que leo alguno de tus libros me quedo prendado de ellos… ¿Cómo haces para que sean personajes tan reales, tan de aquí al lado?

 

Porque lo son. Están junto a nosotros, nos cruzamos todos los días con ellos, coincidimos en la sala de espera del médico de familia, o ante la caja del supermercado. Vemos su parte externa, apreciamos cómo se expresan, qué les irrita, y su amabilidad aparente, pero ¿qué sabemos de su vida interior?

Huyo de los personajes con glamur y su ficción impostada. Ves a un banquero trajeado, a un político hablando en público, con destreza y oficio, para que sus palabras parezcan auténticas aunque todos sepamos que no son más que mentiras encubiertas bajo un catálogo interminable de eufemismos, de frases huecas… Luego, vistos de cerca, se nos deshacen entre los dedos.

No. Prefiero a las personas de barro y hueso porque, con sus errores, siempre son las más sinceras.



-Por otro lado, hay frases y párrafos en tus relatos que me dejan con la boca abierta. Tanto es así, que regreso a ellos y los releo, porque quiero saborear, degustar, esas perfectas e impactantes construcciones literarias… ¿Cómo lo consigues? ¿Te salen en un primer plumazo? ¿Revisas mucho lo que escribes hasta que queda como deseas?

 

Nunca salen al primer plumazo. Son producto de muchas reescrituras y, sobre todo de la eliminación de adverbios y adjetivos.

No debes hablarle al lector, de “un amanecer espléndido”, por ejemplo, porque le estás condicionando. Ten en cuenta que cinco personas que lean una misma novela, te contarán cinco novelas distintas, porque es la mente del lector la que crea los escenarios. No debes simplificárselos diciendo si son bonitos o feos, hay que describírselos y que cada uno los recree de acuerdo a su propia experiencia y estado de ánimo. Esa es una de las grandes diferencias entre el cine y la narrativa. La película es para todos, la novela siempre es individual.

 



-Hasta el momento, son varias las editoriales que han publicado tus novelas, con lo que entiendo que nunca has tenido, por fortuna, dificultades para conseguir editor… ¿Alguna vez te has planteado auto-editar alguno de tus libros?

 

No nunca me lo he planteado porque cuando yo empezaba a publicar, la auto edición era algo marginal. Hoy, que tantos sistemas, fórmulas y plataformas de publicación alternativas existen, son una posibilidad más y tan válida como otra cualquiera. Hay que tener en cuenta que las grandes editoriales tampoco suelen hacer tiradas largas de ejemplares, prefieren reimprimir bajo demanda, algo que elimina stocks en almacén e inversión en títulos a futuro. Si venden, se reimprimen, si no, se olvidan.

Además, con la proliferación de librerías de segunda mano te das cuenta de lo efímera que es la literatura. Encuentro por ahí libros que para mí fueron, y son, maravillosos, a precio de saldo y que son desconocidos para la gran mayoría de las nuevas generaciones. Comprar por un par de euros La montaña mágica, de Thomas Mann, si lo meditas bien, te hace pensar si todo el esfuerzo que haces para escribir tus historias, sirve realmente para algo, o para alguien que no seas tú mismo.



-¿Cuáles son los libros que te han marcado? Me refiero a los que te han dejado huella como persona y alguno de ellos que despertara en ti la vocación de ser escritor.

 

No sabría decirte. Mis recuerdos infantiles, felices siempre, se crearon a base de trabajo en el negocio familiar —una taberna en Carabanchel Bajo—, el colegio, la escritura y el dibujo. Puedo decir que todo vino de serie.

Claro que existen libros que me impactaron pero no influyeron tanto como para decidirme a algo que ya tenía en mente. Siempre supe que sería escritor, pero sin abandonar mi trabajo. No quería ser un autor de salón, ni pretendía que la estilográfica se convirtiera en un oficio que ocupara la totalidad de mi vida. Sería algo principal, aunque complementario. Y nunca he cambiado de opinión. No pretendo vivir de la escritura, sino con la escritura —como ves, cuestión de preposiciones—, porque intuía que detrás de todo, siempre existe algo más.

Sin nombrar títulos, porque no todas las obras de estos autores me gustaron, pero si me influyeron, te hablaré de los clásicos que nos hacían leer en bachillerato (a mí no hacía falta que me obligaran), desde Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Tirso de Molina… a Dickens, Verne, Wilde, Poe, Valle Inclán, Emilia Pardo Bazán, Galdós, Delibes, Cela, Torrente Ballester, Luca de Tena…, y tantos más que harían la lista interminable.



-¿Estás actualmente en algún nuevo proyecto? ¿Has bajado a tierra alguna de esas miles de ideas que te rondan por la cabeza?

 

Sí, claro, forma parte de mi normalidad.

Estoy terminando la traducción de una antología de relatos góticos un tanto especiales. También tengo en marcha un par de guiones para cómic sobre temas históricos, y mi bestia negra: una novela que llevo ocho años escribiendo, rompiendo y comenzándola de nuevo, aunque ahora he conseguido acceso a documentos custodiados por el Tribunal Superior de Justicia, y otra parte por el Supremo, que espero, me darán motivo para llevar a cabo esta novela que hasta el momento, puede más que yo. 



-No me resigno a pedirte algo que puede servir a los escritores jóvenes y a los que no lo somos tanto, pero que nos consideramos noveles… ¿Qué consejo o consejos nos darías?

 

Solo tres: trabajar, trabajar y trabajar. Publicar es accesorio. Si no tienes obra, no eres escritor. Así de claro.

Escribe para ti, no busques una aquiescencia del lector que ya llegará si se da el caso. Disfruta con lo que haces, porque si no, difícilmente podrás trasladárselo a tus lectores.



-Por favor, indica a nuestros lectores dónde y cómo pueden conseguir cualquiera de tus libros.

 

Excepto los primeros, que están descatalogados, El azufre, el mercurio y la sal; El aliento negro de Dios; Frío de muerte; La cripta de los templarios; la serie de Albert Thomas: El perfume del diablo; En el nombre de los hombres y Mortuus Liber, y por supuesto, el que acaba de salir Muertos y olvidados, puedes conseguirlos en cualquier librería. Si no los tienen físicamente te los harán traer, o te los enviarán a casa.

 

 

-Manuel, muchas gracias por tu tiempo. Ha sido un placer realizarte esta entrevista. Desearte que tengas mucho éxito con esta nueva novela, y con todos las que vengan y con las que ya están… Un fuerte abrazo.

 

Siempre es un placer hablar con amigos y para amigos. El agradecimiento es mío y aquí estoy para lo que deseéis.

Un abrazo muy fuerte y muchas gracias por todo.




    

 


 



 

 

 


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© 2025 Enrique Eloy de Nicolás Cabrero

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